domingo, 10 de junio de 2012

Rescate bancario

Ayer el Ministro de Economia, Luis de Guindos, ha anunciado que España ha solicitado ayuda financiera a Europa para sanear la banca española. Por fin, se ha anunciado lo que se venia gestando desde hace semanas con el resultado: España 1 - Europa 1.

Lo que no expresa el marcador son las maratonianas sesiones de presión y negociación entre el Gobierno de la Nación y la Union Europea, encabezada por el ministro aleman de finanzas. El Gobierno ha conseguido un rescate bancario sin condiciones macroeconomicas (esta es la gran diferencia con Irlanda), pero no ha logrado que la devolución del prestamo recaiga sobre los hombros del sufrido contribuyente español.

Hoy os traigo el articulo de opinión de Luis Garicano, profesor de la London School of Economics, publicado en El Mundo. Es un analisis desapasionado de qué significa el rescate bancario para España, realizado por un economista de prestigio internacional.

Tambien, os pongo el enlace a un página del diario Cinco Dias donde se recogen las 10 preguntas clave sobre el rescate bancario.

 

Un nuevo comienzo por Luis Garicano

De las primeras noticas recibidas anoche se desprende que España ha conseguido un acuerdo razonable de rescate de su sistema financiero. El dinero que Europa prestará permitirá que se saneen fuera de toda duda los balances de todas las entidades, permitirá que se produzcan compraventas en el mercado inmobiliario, al facilitar que los precios converjan a su valor de mercado, y permitirá que las entidades vuelvan a cumplir su función: facilitar la financiación a las empresas. Todas estas son buenas noticias, que contribuyen a reducir fundamentalmente la incertidumbre que rodea a la economía española. Y son noticias que suponen un corte definitivo con la política pasada de la patada a seguir y el ocultamiento sistemático de nuestras vergüenzas.

Desgraciadamente, España no ha podido conseguir un objetivo clave en estas negociaciones: que Europa asuma parte del riesgo del rescate del sector financiero, sin que éste recaiga directamente sobre los ya sobrecargados hombros del contribuyente español. Al fin y al cabo, los que prestaron a nuestro sistema financiero fueron los bancos, cajas y compañías de seguros del norte de Europa, y deberían correr con las consecuencias.

Pero esto no va a ser así. Aunque el préstamo es al Frob, el Reino de España es responsable de su devolución. Y ello supone que continuamos por el camino que nos lleva a que la ingente deuda privada de España termine recayendo en el sector público. A día de hoy, según el cálculo del informe del FMI, el apoyo del Estado al sector financiero ha llegado a los 140 mil millones de euros, ya el 13,1% del PIB.

Aunque parece un éxito que el rescate no tenga condicionalidad fiscal adicional, esto es en parte cosmético: como indica el comunicado del Eurogrupo, éste «confía en que España cumplirá con sus compromisos dentro del procedimiento de déficit excesivo y con respecto a las reformas estructurales, con el fin de corregir los desajustes macroeconómicos; [...] el progreso en estas áreas será estudiado con regularidad y frecuencia». Es decir, España deberá cumplir con las recomendaciones que el reciente informe de la comisión requiere (IVA, pensiones, mercado laboral, etc.). En fin, es indudable que damos un paso más en la continua pérdida de soberanía que empezó en mayo del 2010 y siguió cuando el BCE mandó una carta a Zapatero en agosto del 2011 pidiéndole un cambio constitucional, y el cambio se produjo en unos días.

Ahora lo importante es que el rescate funcione. ¿Cómo lo sabremos? Muy fácil. Funcionará si la brutal salida de capitales de España de los últimos meses se detiene, y comenzamos a ver inversión extranjera. Es decir, funcionará si sirve para devolver la malherida confianza de los inversores en España. ¿Será así?

Sin duda, parte de la incertidumbre va a desaparecer, ya que es en el sector financiero donde se encuentra el mayor problema inmediato. Y las buenas noticias, a pesar de todo, existen: la deuda pública sigue siendo mucho más reducida que la media de la UE, los costes laborales unitarios descienden, recuperando competitividad, las exportaciones se han comportado de forma excelente, al menos hasta hace pocos meses, y el déficit por cuenta corriente, que refleja cuanta financiación exterior necesitamos, ha bajado del 10% a algo más del 3% en estos años.

Pero entonces, preguntarán, ¿cómo es posible que la cuarta economía de la UE no pueda acceder al mercado, que tenga que pedir un rescate por un agujero de menos de 40.000 míseros millones? ¡Si el rescate de tres bancos ingleses costó 47.000! Sencillamente, porque durante estos años el mundo ha perdido su confianza en España y en sus instituciones por la misma razón que la han perdido los españoles: la asombrosamente mala gestión de la crisis desde que ésta comenzó. Todas las realidades se han negado, todas las decisiones se han tomado tarde, empezando por la inicial huida hacia adelante en el sector financiero del Gobierno de Zapatero y el descontrol de los déficit autonómicos, y terminando por este inevitable rescate al Estado para que rescate a su sector financiero.

El nuevo Gobierno ha tenido una oportunidad única para devolver la confianza, llegando con mayoría absoluta y con un impulso enorme de los españoles que querían ver cambios sustanciales. Y sí, al final las decisiones se terminan tomando en muchos casos, pero siempre a regañadientes y tras jurar que no se tomarían, y en todo caso nunca en el contexto de un plan de futuro. El resultado es que la incertidumbre entre consumidores, inversores y entre nuestros socios es máxima. Nadie puede invertir, ni tomar decisiones, porque hasta ahora nadie sabe realmente cuáles son los planes del Gobierno a medio plazo.

Generar confianza requiere certidumbre, seguridad jurídica, estabilidad. Requiere saber lo que vamos a hacer, qué modelo de país queremos. ¿Uno donde se tomen las agencias por los políticos, en base a amigos? ¿O uno con fuertes instituciones y agencias independientes que protejan a los ciudadanos? Y transmitir esta confianza no es cuestión de comunicación y mensajes, sino de hechos. Salvo la presidenta de Madrid (con su decisión de reducir el Parlamento autonómico), la mayor parte de las decisiones han impuesto costes a los ciudadanos, no a la clase política.

España necesita reformas profundas del funcionamiento del Estado y de los incentivos de la clase política, no recortes cosméticos. Necesita también cambios profundos en Justicia y en la regulación de los mercados. Necesita incrementar los ingresos del Estado, en este momento los más bajos de Europa. En definitiva, necesita asegurar la sostenibilidad del Estado del Bienestar, reconociendo que, como país, nos hemos corrido una fiesta gigante y que no nos podemos permitir seguir en ese camino. España no debe ser el país con más kilómetros con AVE de Europa.

Hay que utilizar esta situación para un nuevo comienzo para España, un comienzo que será difícil, en una situación extrema para la economía mundial. España no debe bajo ninguna circunstancia presentarse en diciembre pidiendo una segunda ronda.

 

 

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